Buscar este blog

miércoles, 20 de mayo de 2015

Madrugadas

Cuanto placer esconde caminar de madrugada por calles desiertas. Cuando solo la tenue luz amarillenta de las farolas y el penetrante silencio son la singular compañía de los pensamientos. Es cuando mis ideas están más claras a pesar del alcohol ingerido la mayoría de esas noches en las que llego a besar el alba. Camino con pereza hacia casa, pues guardo el ánimo mínimo para mover los pies mientras mi cabeza está bullendo de frases que tenía que haber dicho y palabras que haber callado, de cosas que tenía que haber hecho o evitado. De si era el momento y el lugar o este no existe. Si existirá o la que no existe eres tú y todo me lo estoy inventando. Que quizá lo que está dictando mi corazón son versos que se deshilachan con el paso de los días antes de llegar a ser besos y yo solo sé ponerles remiendos para tirar adelante sin viaje de regreso.

Atravesando las calles y parques solitarios me fijo en los recovecos que forman las esquinas o las estructuras que ordenan la ciudad donde viven y mueren nuestros anhelos. Y no puedo evitar pensar en cada hueco al resguardo del frío de la gente donde podríamos ceder a nuestros impulsos. Como nos acomodaríamos pecho con pecho reclinados en la pared que sirva de colchón para el baile vertical que dicte el ritmo de nuestros labios. Puedo imaginarte nítidamente en la puerta de aquel garaje, a tres metros bajo el suelo, ocultos de miradas indiscretas; pegando la espalda a ese frío y gris edificio de formas tan cuadriculadas como la gente que no nos comprende; y sí, también me imagino en tu portal, al abrigo de los vientos que juegan con tus cabellos alejándolos de mis besos.

Y entonces es cuando pienso en como mis ojos dibujan arabescos alrededor de tu cuerpo cuando estás tan cerca que con solo estirar el brazo podría tocarte y no te das cuenta que te estoy mirando de soslayo, luchando por retener mis labios dirigiéndose a tu cuello. Entonces sueño en recorrer lentamente cada centímetro del mismo mientras suavemente aparto con mi mano tu pelo.Tus cabellos tintados en la oscuridad de la noche, donde se confunden belleza, deseo y hambre. Tu melena enjaulada entre mis manos, queriendo escapar de su forma perfecta para agitarse en todas direcciones sin preocuparse de hacia donde ir o quien la verá resbalarse.

Pero sigo caminando y cada paso me aleja más de ti, recorriendo los mismos lugares que nuestros pies besaron antes, doblando las mismas esquinas que ahora parecen más oscuras sin el brillo de tu piel, a la luz de quien envidia esa sonrisa, la luna. Y dan ganas de volver y excavar en los cimientos de tu casa para encontrar un lecho donde dormir cerca tuyo. Y ganas de gritar al aire que de nuevo pierdo otra oportunidad de callar murmullos, de vivir a ciegas, de arriesgar la vida en cada uno de tus segundos.

Y antes de entrar al portal las primeras luces del alba se vislumbran reflejadas en los charcos de las calles. Y en esa penumbra a la que mis ojos se han acostumbrado es cuando lo veo todo claro: no sueño durmiendo, vivo soñando con tu cuerpo.

1 comentario: