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miércoles, 25 de febrero de 2015

Hasta que duela

Al llegar a casa anoche, me sorprendí atrapado con una canción de un rapero que nunca me ha agradado desde que le conozco, hace años, y que de hecho representaba todo lo contrario a lo que me gusta de esta música y cultura. Sin embargo no sé si ha sido su madurez, la mía o la del mundo pero esta canción me ha hecho sentir profundamente y me ha recordado sin razón aparente una poesía que escribí hace no tanto. Todo ha venido por la estrofa que copio a continuación, perteneciente a la canción Callejón, de Costa. 

"Hoy sigue la partida, ya no sangra la herida. Así es mi vida, una ruleta, una misión suicida. Esnifando el valor, ya ni siento el dolor, por las noches pinto el alma en cualquier callejón...
Y el mundo qué más da, si el tiempo es de cristal; si las heridas más profundas siempre sangrarán. Si lo quiero y se fue,es que nunca encontré; luego vago por la calle y lo pago en tu piel."


Creo que curiosamente, él y yo, separados por años de distancia, por centenares de kilómetros y por una vida completamente distinta estamos hablando exactamente de lo mismo. Una sensación indescriptible de nexos de unión entre ambas obras; similitud que quizá solo yo vea, porque quizá solo yo entienda mi poema o porque quizá mis vivencias actuales me llevan a interpretar y modelar su canción para adaptarla a mi.

Para mi es dolor, es evasión en la calle, es tener pesadillas con las mismas situaciones una y otra vez; es tener miedo y avanzar. Saber que una herida profunda quizá no sane totalmente nunca, pero que puede dejar de doler. Que podemos vencer el dolor y el dolor nos puede vencer; que ese mismo dolor puede hacernos crecer o hacernos perder. 

Y en definitiva, que duele, que las heridas siempre sangrarán pero que también sanarán...al menos en su mayor parte, la cicatriz nos recordará lo que de ello debemos aprender. 


HASTA QUE DUELA

Tus zapatos, de charol, están manchados 
del vaivén de las olas y el aire, 
de donde el cemento resquebraja sus paredes 
buscando el amor en la calle. 

Y fue duro sostenerte en aquel espacio, 
donde penetra entre las rendijas la tarde, 
sin amparo ni abrigo alguno, 
más que el de tu boca callada adrede. 

Ojalá te pague con tu moneda... 
Morirás llorando su ausencia...
advirtieron.

Y ahora sé cual era razón 
y cual inconsciencia. 

Nadie quiso tanto a un pensamiento, 
ni golpeó el yunque con tal fuerza, 
como para forjar un corazón 
de tal brío,con tanta alma de crío, 
para ser abandonado a la maleza. 

Y toma el filo de mi navaja, 
colocatela entre los dientes, 
para atacar mis noches en vela. 

Ten la mano cálida,el alma en ristre... 
y clava. 

Clava hasta que duela. 

jueves, 19 de febrero de 2015

Mis huesos sin tu piel

Mucho antes de que a Almodóvar se le ocurriera dirigir La piel que habito y que Suite Soprano cantara esa estrofa, la cual me encanta, que reza "Como duele ver como te vas, la piel que habito necesita tu carne detrás. Se me repiten los procesos, pobre autómata. Nací pidiendo querer y me disteis ganas de matar...me, siento solo rodeado de gente"; yo escribía una poesía con similar temática que he leído últimamente y algunas de las imágenes que pretendo transmitir en ella siguen presentes hoy en día para mi. Aunque sean poesías viejas, los sentimientos no entienden de tiempo y sí de similitudes.

Por cierto, que estoy enganchado a la canción pero no he visto la película ni sé si merece la pena o si tiene algo que ver más allá del título. Sin mayores preámbulos aquí dejo esta poesía de calidad media dentro de mi producción (a mi gusto) pero expresividad absoluta para mi; porque las mejores poesías no siempre van ligadas a la belleza estética, también pueden ir ligadas a situaciones propias que las hagan refulgir con inusitada fuerza. 

Como hablaba el otro día con un amigo, son increíbles los nexos de unión que existen entre los sentimientos y el arte en todas sus formas. Sé que es algo que se tiene en cuenta a la hora de analizar el arte pero no sé si lo suficiente a la hora de valorar cual son las mejores, aunque es cierto que la valoración de todo esto proviene también de uno mismo, la subjetividad eterna en temas que dicta el corazón y no la razón (pensando sobre esto me vienen a la cabeza las pinturas negras de Goya, no se la razón; quizá porque Saturno devorando a sus hijos sea una de mis obras preferidas...pero bueno, mis clases de Historia del Arte quedan un poco lejanas y ya pulula por aquí una experta a la que leer en Punto de vista: alto )

Que me lío y al final sí ha habido mayores preámbulos...


MIS HUESOS SIN TU PIEL

Se rompen mis ojos de acero 
ante el insigne silencio 
que se dibuja entre tus dedos 

Tengo el corazón encarcelado 
entre cada uno de tus besos. 
Abrazado a un árbol, 
encadenado a mis versos. 

No hay retorno al pasado 
después del último trago de vino, 
entre tus brazos de estaño 
amarrados a ruecas sin hilo. 

Ya no me siento camino de nada, 
simple brizna de aire 
que con un suspiro 
voló a tierra de nadie 
para ahogar su corazón 

¿de qué sirven mis huesos 
si no les cubre tu piel? 
¿Si no les acuna tu voz? 

martes, 17 de febrero de 2015

El amor son dos y medio


Esta entrada estaba concebida para ser subida el día de San Valentín, pero estuve muy ocupado buscando a Cupido por ahí para ajustar cuentas con él. Realmente no sé si llego a discernir en este punto que pretendo expresar en ella, me dejaré llevar pues y quizá no acabe siendo lo suficientemente interesante. Creo que surge de querer compartir esta imagen con la que tropecé el otro día en mi teléfono, me parece tan metafórica que quién sabe si será digna de ser mostrada y que a alguien le haga reflexionar como a mi me ha hecho. 

A pesar de estar profundamente convencido de que el amor es el sentimiento más poderoso que existe, en dura pugna con el odio; las fechas marcadas para amarse, o recordar a alguien concreto, me parecen tan mainstream (prometo que no doy con una palabra de ese matiz en castellano) que no las considero las mejores muestras de sentimiento surgido desde dentro. Nunca viene mal darse un capricho junto a los que quieres; pero en el caso de San Valentin, una nota en el frigorífico antes de ir a trabajar; un mensaje en el espejo escrito con pintalabios al levantarse o un te quiero expresado sin ton ni son en cualquier momento de la semana es lo que más me recuerda a mi porque sentir ese fuego en el pecho tan especial contribuye tanto a la felicidad.

Esos detalles compartidos son los que mantienen viva la llama hasta donde el calor llega. Porque una relación es compartir.Y ahí reside lo que centra poderosamente mi atención en la foto. La forma de corazón aparte de un reclamo publicitario es poco más. Lo importante es lo que liga las dos mitades. Ese trazo rojo que penetra en ambas rompiendo la diversidad entre el blanco y el negro. Uniendo, resaltando, compartiendo.

Muchas veces se debate si una pareja tiene que ser igual y compartir gustos o diversa y tener los suyos propios. Creo que es indiferente, pueden ser muy distintos como este trozo de chocolate negro amargo y blanco dulce o pueden ser la misma cosa, chocolate finalmente. Siempre y cuando sepan engarzar su diferencia con ese lugar común de respeto, de pequeñas cosas que compartir, o su igualdad con la libertad de poder refugiarse en su propio espacio en el que desarrollarse personalmente. 

Pero no seré yo quien dé consejos sobre el amor; simplemente me gusta pensar en el amor como un medio más que como un fin pero también como un ente que construyen dos para terminar siendo dos y medio.

Sirva esto como simple recordatorio a los afortunados: cultivad el amor porque lo que se construye juntos es más poderoso que cualquier dificultad que venga del exterior. Y no terminen nunca de comerse el corazón del otro.

A todos los enamorados, sean felices.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Se nos congeló el amor

Autor: Andrés González

Fotografía. Captar la belleza de la fugacidad y sin embargo de la eternidad. Una imagen, espacio congelado en el tiempo; un segundo que no parece decisivo, que nadie recuerda pero que sin embargo va a permanecer ahí para siempre. Ese segundo que pueda parecer inerte pero que es tan importante como el segundo que le precedió y el siguiente.

Más aún si como esta, encierra tantas metáforas y vivencias resumidas en una sola imagen que tiene la capacidad de dar un vuelco a tu día y llevarte a pensar en ella continuamente. Porque vivimos acorralados en un mundo de símbolos y metáforas que la mayoría del tiempo somos incapaces de identificar. Incapaces de entender y ayudar a entender al resto; incapaces de transmitir y de absorber lo que el mundo quiere ofrecernos a través de sus imágenes; incapaces de ver como nuestros sentimientos pueden cambiar a su vez este mundo.

Candados en un puente. Moda juvenil sin importancia, objetos fuera de su espacio natural pero por los que pasamos sin fijarnos en  lo que nos quieren decir. Ni siquiera están situados en un puente importante y lleno de vitalidad muerta como el Pont Neuf que tuvimos ocasión de contemplar juntos en aquella fría mañana parisina. Incluso a uno, que es un romántico convencido pero no muy dado a las muestras masivas, se le pasó por la cabeza probar suerte anudando sus sueños a aquel amasijo de hierros sin valor real.

Por suerte no traicioné mis principios. Aunque ninguna pareja piense en ello, están gritando a través de ese simple clic metálico que mantendrá su muestra de amor a la intemperie y a la vista de todos. Pero mi visión es muy distinta. Estos candados no representan el amor, más bien al contrario. Una bella metáfora de un amor que permanece inmóvil visto desde arriba, mientras el río de la vida les cambia a cada uno individualmente y a su relación como pareja. Sin dejar de quererse, o sí, pero les cambia. La verdadera metáfora del amor está como en el Pont Neuf cuando la acumulación del peso de corazones de forma cuadrada y gélido tacto metálico, hace caer al río lo que las mantiene unidos y se revuelcan y refrescan en el Sena. 

Porque solo una relación que se baña en las aguas cristalinas de la sinceridad y se oxigena por dentro, sin estar atada a una pieza de hierro es una relación real. De otra forma, el candado como en este caso quedará nevado y helado por dentro. Permanecerá ahí impasible, porque el ser humano tiene aversión al cambio, pero al igual que esos candados los corazones también se recubren de nieve y hielo, capaces de no moverse ni un ápice.

Por eso yo siempre te quise libre, linda y loca; bañándote en las aguas de la vida. Y aún te quiero así, quizá no sea conmigo pero ojalá seas todo lo libre, linda y loca que esté en tu mano porque sé que así serás feliz, que al final es mi único deseo. Nunca quise candar mi amor a un puente; solo a tus cabellos mientras el viento les agitaba. Y fallé, porque no apreté lo suficientemente fuerte siendo lo suficientemente dúctil como para no hacerme notar. Y al final también a nuestros corazones les cubrió la nieve.

Si tuviera que demostrar mi amor de nuevo, no lo haría atando un candado a un puente. Lo haría abriendo mi pecho en canal y arrojando el corazón al río y dejando que el flujo del tiempo decida que quiere hacer con él.

Ahora que lo pienso, ya lo hice. Quizá no debí permitir que el flujo del tiempo decidiera y sí dar todas las brazadas posibles para luchar contra la corriente y llegar hasta tu orilla llevando mi corazón entre los dientes. Pero ahora es tarde, aquí hace frío y me siento como un candado atado a un puente.

Fuera de lugar, congelado e inerte.

jueves, 5 de febrero de 2015

Habrá poesía

Como ya comenté en la anterior entrada, esta era la poesía que iba a subir el otro día por sentirme especialmente orgulloso de ella. No por el hecho de ganar el mencionado concurso de la web Maneras de Vivir, por ser un texto al que he vuelto muchas veces y a pesar de los años no le he añadido peros al contenido tal cual lo escribí.

Fue una etapa muy bonita de mi vida y está dedicada a una persona especial por entonces y que por lo que veo a pesar de la distancia sigue siendo totalmente especial. Quien me iba a decir que iba a caer en los mismos lugares diez años después y que iba a pasar por cosas parecidas. Pero sobre todo quien me iba a decir que cuando escribía este poema estaba prediciendo el futuro, pues después de incumplirse el último verso, dejó de haber poesía. Un error que trato de subsanar con este blog rescatando una herramienta tan poderosa como la literatura.

A pesar de los exámenes, la próxima entrada sí será de material nuevo y no será poesía. Quiero inaugurar una sección comentando fotos que me encuentro de casualidad y me inspiran para escribir y ya he encontrado una que lo ha hecho.


Habrá poesía... 

Cuando sajada este mi piel en la mañana, 
marchita la frente, manos de estaño. 
Dura y quebrada, vetusta mirada 
en la que descansa la inocencia 
de todas las flores que están de paso. 

Cuando las paredes blancas en pleno estío, 
y antañas campanas retruenen valientes 
en las puertas de tus ojos exentos de frío, 
cándidas manos acariciando cosechas inertes 
en noches de oscuridad y delirio. 

Cuando tus palabras sean punzantes espinas 
que se clavan en las hogueras de mi pecho 
y desangren mi alma a borbotones de fuego.

¡Que ladren las jaurías 
si yo gozo de tus besos! 

Cuando el suelo este encharcado 
y el sabor del aire sea húmedo 
porque las hojas caen pretenciosas. 

¡Que se conjuren las arpías 
si tu piel resbala entre mis dedos! 

Cuando seas feliz y sonrías,
tu mirada huela a tierra y luna, 
entroncando el yunque y la luz pura.
Mientras seas conmigo ¡habrá poesía! 



martes, 3 de febrero de 2015

Jamás te recuerdo

No he elegido precisamente la mejor época para empezar el blog. Tengo la cabeza en ebullición con miles de temas sobre los que escribir, pero lo que apenas tengo es tiempo. El próximo martes termino mis exámenes y voy a tener mucho más tiempo para mi y así escribir nuevas cosas que quiero sacar de dentro. Aunque también es cierto que he intentado componer alguna poesía en los últimos días y siento la lengua y los dedos anquilosados. El corazón dicta a buen ritmo, pero ninguno de los dos órganos consiguen transformar esos pensamientos en palabras que además de verdad tengan cierto toque de estilo como para enseñárselas al mundo.

Lo bueno para no dejar el blog aparcado es que tengo poesías de otros tiempos como para publicar un año entero; por lo que ese material es el que voy a ir sacando estos días. Pensaba poner hoy la poesía de la que quizá me siento más orgulloso, con la cual gané el II Concurso de poesía de Manerasdevivir.com, pero por casualidad he topado con esta otra y me ha parecido más adecuada. Dejo la otra para la próxima entrada.

Habla de lo que tiene que hablar, pero también me gusta pensar estos días que habla de ojos. Los que se van y los que llegan; los que quizá no te llamaron la atención al principio pero que sabes que siempre van a estar ahí mirándote imposibles de olvidar y los que te impactaron de tal forma que sabes que se desvanecerán enseguida de tu recuerdo, de forma tan violenta como llegaron; duraron un suspiro y volaron a posarse en otros lares. Me encantan los ojos de las mujeres, siento profunda admiración por ellos; pero no me olvido de lo que una vez escribí en una microhistoria: la mirada de una mujer es demasiado bonita como para fiarse de ella. Teniendo esto presente, lo mejor es que tengo la plena confianza que la tuya era tan bonita como de fiar.


JAMÁS TE RECUERDO

Tantas noches de añoranza, 
resumidas en unos ojos: 
los míos. 

Que te miran a tientas, 
a ráfagas de cariño y paciencia. 

Tantos sentimientos enterrados, 
resumidos en los tuyos, 
que miran con recuerdos y retazos 
de la incomodidad del presente. 

Como el que olvida, 
y no quiere. 
Como el que supera, se eleva, 
para estrellarse en tus piernas. 

Tus ojos, las cuchillas 
que penetran y congelan, 
que absorben por los míos mi vida, 
te miran y se niegan a avanzar. 
Muertos. Destrozados en esquirlas. 

Los recompongo a palabras, 
con rabia y ríos, 
atravesando tus distancias, 
construidas en el vacío. 

Tu,yo, y nuestro suicidio. 

Y es así como te alimentas de mi alma, 
puliendo tus dientes en dolor, 
borraste las piedras del camino, 
ahora solo estamos yo y tú prisión. 

Nunca quise vivir encerrado, 
pero tampoco añoro la libertad. 
Juro que nunca te recordaré 
porque nunca te podré olvidar. 


Como cantaba el maestro Enrique Bunbury  "Jamás te recuerdo porque nunca te olvido, tu cuerpo fue la guarida favorita de mi cuerpo…"