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miércoles, 12 de abril de 2017

La despedida

-Al menos me darás un beso de despedida, ¿no?-

Ya estabas de espaldas y tu mano se había posado delicada en el pomo, en un movimiento que me hacía pensar que tu también querías retrasar el momento del golpe de muñeca que significara el adiós definitivo. Jamás un gesto tan simple había tenido tanto significado entre nosotros. Habían sido horas en las que la misma mano que ahora pugnaba por salir, se había introducido mi pelo entre sus dedos jugando en círculo sin atrevernos ninguno a afrontar lo que asaltaba la mente. Y ahora, sin mirarnos, uno de los dos tenía que hablar; como dos pistoleros enfrentados en un duelo de silencios, esperando a que alguien emitiera el primer chasquido que anuncia el sonido que rellenará el aire y permitirá desenfundar los pensamientos. Había sido yo, que siempre temí volver a sentir el pie del paso en el vacío, sorprendido de que esas palabras hubieran salido de mi boca. Quizá fuera la embriaguez de los sentidos tras toda la tarde contigo o que las palabras de la canción de Zetazen que aún resonaban en el reproductor del salón habían abordado mi lengua buscando el puerto de tu oído.


Ya sé que no merezco lo que necesito, amor. Llevo un tiempo mal y no encuentro la razón, pero algo dentro de mi está vibrando más grande que el Sol. Tengo que sacarlo porque si no va a matarme, rajarme..lo juro. Tu llórame, he congelado todo y pienso ir a por ti...



-Por supuesto, ¿qué tipo de pregunta es esa?-

Tu respuesta mientras girabas la cabeza haciendo volar tu melena azabache cortó el aire como un cuchillo y parte de ese aire penetró en mi pecho repartiendo esquirlas en su descenso hacia los nervios de mi estómago. Un paso adelante y tu mano apoyada en mi brazo para impulsar tu rostro hacia el mio me anunciaban que quizá cumplirías lo que la tarde prometía.

-No me gusta verte así, no sé que te pasa pero no me gusta. A mi no me engañas con una sonrisa y la careta de salir a la calle. Cuando cruzas esta puerta te desnudas, por muy bien que te hayas vestido. Por eso he venido.-

Eso me habías dicho nada más entrar, en una ráfaga de palabras que anunciaban la calma, mi calma, como los últimos truenos de una tormenta que necesitan repiquetear bravíos advirtiendo de la posibilidad de su vuelta. Por ello pensaba que serías tú quien por fin me besarías a lo largo de la tarde, en la vana idea de seguir jugando al escondite con la esperanza de que te encuentren. Y ahora ahí estabas a centímetros de mi, pero al final del viaje tu rostro se ladeaba hacia mi mejilla izquierda para depositar allí otro de esos besos de amiga. No podía permitirlo, no por enésima vez. Y entonces fui yo quien giró hacia ti para depositar mis labios en los tuyos húmedos y sorprendidos


Por el camino los restos de los que fui y ahora entiendo lo que dices, nos comen las perdices. Y yo elegantemente hecho un desastre. Ven, solo sácame.


Esos segundos tan anhelados pronto se desvanecieron en la separación de centímetros que recuperaste suavemente apartando tus labios mientras me mirabas a los ojos. Tu iris no delataba enfado, solo esa sorpresa de quien recibe una noticia inesperada, de quien no comprende bien lo que ha ocurrido.

-No digas nada, no es necesario. Lo siento. Pensaba que...Llevaba tiempo. Es que no sabía como..-

Mis palabras pugnaban por salir del pecho pero balbuceaban en la profundidad de mi boca incapaces de construir un discurso coherente en el aire. No podía ir más allá, no había nada que explicar si no se comprendía. No había nada que hacer, ya se había hecho todo, y estaba resignado a perder de nuevo. La táctica daba igual, la derrota siempre era segura. Solo quedaba que yo mismo lo comprendiera y lo aceptara. Que tu boca no codiciaba la mía de la misma forma, que siempre podríamos ser amigos.


Y yo que soy todo dolor y tú sigues sin entenderlo, y yo sin tiempo para explicarlo; déjalo, será mejor; si hasta el perder te lo traigo elegante.



Todo esto pensaba que podía haber dicho y hecho mientras cerrabas la puerta con un rápido gesto y un ya nos veremos flotando en la comisura de tu sonrisa y el gozne de la puerta. Pero nada de esto había ocurrido, una vez más no había sido capaz de evaporar la presión del pecho y romper el silencio. Más que por miedo a perder, por la certeza del que se sabe incapaz de ganar.


Apoyo mi mano en la puerta intentando detectar tu presencia al otro lado, pero lo único que noto es el tacto frío de la madera, que me recuerda al que ahora noto en el pecho. Ausente, vacío, vacuo.


Cuando te miro a la cara y malgasto la última bala, porque no hay fuerza en mi manos, porque en mis manos no hay nada..


Y guardo el revolver aún con esa última bala que no conoce el aire porque en él no se encuentran tus besos, solo silencio. Seguíamos siendo amigos.

Otra de esas despedidas.




Videoclip de la canción Llórame, de Zetazen.