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martes, 17 de febrero de 2015

El amor son dos y medio


Esta entrada estaba concebida para ser subida el día de San Valentín, pero estuve muy ocupado buscando a Cupido por ahí para ajustar cuentas con él. Realmente no sé si llego a discernir en este punto que pretendo expresar en ella, me dejaré llevar pues y quizá no acabe siendo lo suficientemente interesante. Creo que surge de querer compartir esta imagen con la que tropecé el otro día en mi teléfono, me parece tan metafórica que quién sabe si será digna de ser mostrada y que a alguien le haga reflexionar como a mi me ha hecho. 

A pesar de estar profundamente convencido de que el amor es el sentimiento más poderoso que existe, en dura pugna con el odio; las fechas marcadas para amarse, o recordar a alguien concreto, me parecen tan mainstream (prometo que no doy con una palabra de ese matiz en castellano) que no las considero las mejores muestras de sentimiento surgido desde dentro. Nunca viene mal darse un capricho junto a los que quieres; pero en el caso de San Valentin, una nota en el frigorífico antes de ir a trabajar; un mensaje en el espejo escrito con pintalabios al levantarse o un te quiero expresado sin ton ni son en cualquier momento de la semana es lo que más me recuerda a mi porque sentir ese fuego en el pecho tan especial contribuye tanto a la felicidad.

Esos detalles compartidos son los que mantienen viva la llama hasta donde el calor llega. Porque una relación es compartir.Y ahí reside lo que centra poderosamente mi atención en la foto. La forma de corazón aparte de un reclamo publicitario es poco más. Lo importante es lo que liga las dos mitades. Ese trazo rojo que penetra en ambas rompiendo la diversidad entre el blanco y el negro. Uniendo, resaltando, compartiendo.

Muchas veces se debate si una pareja tiene que ser igual y compartir gustos o diversa y tener los suyos propios. Creo que es indiferente, pueden ser muy distintos como este trozo de chocolate negro amargo y blanco dulce o pueden ser la misma cosa, chocolate finalmente. Siempre y cuando sepan engarzar su diferencia con ese lugar común de respeto, de pequeñas cosas que compartir, o su igualdad con la libertad de poder refugiarse en su propio espacio en el que desarrollarse personalmente. 

Pero no seré yo quien dé consejos sobre el amor; simplemente me gusta pensar en el amor como un medio más que como un fin pero también como un ente que construyen dos para terminar siendo dos y medio.

Sirva esto como simple recordatorio a los afortunados: cultivad el amor porque lo que se construye juntos es más poderoso que cualquier dificultad que venga del exterior. Y no terminen nunca de comerse el corazón del otro.

A todos los enamorados, sean felices.

2 comentarios:

  1. Llevas mucha razón en tu reflexión final. Yo le añado que cuando lo exterior es capaz de tirar lo que tienes construido... Pues era una casita de barro, y no de ladrillo, y fuiste un cerdito holgazán, y de aquellos polvos, estos lodos.

    Ser dos y medio... Me lo quedo ;)

    Un besazo :*

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  2. Me ha gustado esa referencia a la fábula. No había pensado en ella, pero es cierta.
    Al hilo de lo que hablaba ayer con un amigo, quizá esa esencia, ese espacio común de unión se desgaste o esté construido sobre cosas que no responden al embate del tiempo y a los cambios que provoca, igual que la casa de barro.

    Siendo cada relación un mundo,su propio mundo, por supuesto.

    Beso!

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