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jueves, 9 de julio de 2015

Trenes perdidos a tus pies

La silla era incómoda y con la mano acariciaba aquella mesa de madera cuarteada con el paso de los años. La misma que había visto tantos viajeros dejar su marca en ella; ya sea aburridos grabando a navaja su nombre o simplemente depositando sus brazos allí mientras apuraban el café que les mantuviera despiertos y dejando apenas una mota de polvo del viaje o un trozo de tela rasgado por las pequeñas astillas que sobresalían buscando la funda de una piel.

Yo había decidido pedir un vino, un tinto de Ribera del Duero. Nunca bebo vino pero tampoco nunca escribo mis textos en primera persona. Y aquí estoy ahora, quizá hastiado de tantos años como periodista escribiendo en tercera persona buscando formulaciones asépticas y neutras hasta no decir nada; o quizá cansado del amargor que tantas cervezas rubias bebidas a toda prisa dejaron en mi lengua y del dulzor que las cervezas negras bebidas con reposo dejaron en mis labios antes de convertirse en el mismo amargor cuanto más penetraban por mi garganta.

Absorto en esta disquisición había perdido de vista la ventana por la que llevaba meses observando cada tarde si llegaba el tren. Entonces un pitido agudo resonó en mis oídos y me sacó de estas ensoñaciones. Tras la confusión y susto inicial, una idea recorrió mi mente con tal velocidad, que me pareció que una descarga eléctrica exploraba todo mi cuerpo. Levanté la vista, vi el ansiado tren, y temí perderle de nuevo. Un temor que se baña en el sudor frío de quedar anclado a aquella estación como un Tom Hanks de barrio, un juguete roto como un periódico gratuito que manosear antes de acabar en manos de otro viajero, sino en una papelera.

Corrí. Corrí tanto que aún hoy día me parece que mis piernas no se han frenado. Olvidé todo abandonado en aquella mesa. El roído bolígrafo con el que escribí mis primeros esbozos de literatura, el recorte de mi primera vez en un periódico y las decenas de cuadernos que guardaba con mimo desde hace años en la maleta de viaje pues suponen el currículo vital de toda una existencia dedicada a mi mismo a través de los ojos de otras personas.

Pero ya nada importaba, anhelaba coger ese tren como hacía tiempo que no deseaba nada; desde que aquella tarde los sables en ristre cortaron nuestras gargantas como en una noche toledana y a través de las palabras que brotaban mojadas fui perdiendo esperanza en toda pasión.

Nunca he sido especialmente atlético ni coordinado por lo que esa carrera en el fondo estaba destinada al fracaso desde que nació con el estruendo de mi silla golpeando el suelo; pero en un instante no se aprecia nada, aunque en un instante puedes vivir eternamente. Lo que no esperaba era tropezar de aquella forma tan tonta en el andén cayendo a metros de la puerta que se cerraba para siempre, mientras una vorágine de pasajeros recorrían el cemento sin prestar atención a ese desaliñado enclenque que yacía en el suelo, lo que era yo en ese momento.

Y entonces fue cuando  te acercaste y me tendiste tu mano con esa mirada clara, pero que escondía cierta picaresca juvenil, que me invitaba a levantarme mientras tus labios articulaban palabras que imagine, pues era incapaz de escucharte a la vez que te miraba la boca, como una pregunta interesándote de si estaba bien. Me levanté tomando la suavidad de tus manos entre la rugosidad de las marcas dejadas por el bolígrafo de las mías y miré ese tren marchar.

Llevaba meses pensando que ese era mi tren pero desde que te vi creo que no me llevaba donde deseaba de verdad; creo que solo me trasladaba hasta la siguiente estación. Apenas me recordarás pero yo tengo tu rostro clavado en mi mente y tus labios marcados en la copa donde bebiste esa cerveza con la que te agradecí tu gesto. Todo terminó muy deprisa, parecías avergonzada de haber aceptado mi invitación, y te fuiste igual que apareciste, como la brevedad de luz que da un rayo en medio de una tormenta mientras el repiquetear de tus tacones hacía las veces del fragor de la misma en mi cabeza.

Ven. Me estoy mojando en esta noche de tormenta interminable y necesito que tu piel me haga de paraguas.

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