No lo entiendes. Pero no te preocupes,en tu lugar yo tampoco lo entendería. Desde fuera no puedes sentir lo que es esto, sentir la satisfacción en tus músculos entumecidos de cuando te visita el invierno. Imagino que tienes tus mecanismos de escape;todo el mundo los tiene,no somos tan especiales. Yo, la verdad, hace tiempo que dejé de sentirlo así. Solo somos uno más en esta noria. Tu giras conmigo y yo intento girar simplemente lo suficientemente en círculo para mantener el sentido sin caer fuera de tu vida.
Quizá sea más fácil para todos rememorando la primera vez que pensé en correr. No buscaba ninguna marca,ni en km ni en tiempo; solo buscaba dejar tus labios cada vez más lejos. Siempre recordaré tu voz al hablar conmigo y decirme que tu mundo dejaba de girar en el mio, que tus estrechos labios nunca más serían destino. Recuerdo que tenía que entrenar aquella tarde,que Carlos me dijo qué te pasa y escucharme respondiendo: nada,traguemos,compadre.
Y a partir de entonces no hubo más rimas porque tus besos dejaron de encajar en mi poesía. Y corrí,corrí hasta ocultar tus besos. Guardé en kilómetros lo que mis labios no podían recortar en centímetros. Después,la nada. Como esa mota de polvo que vuela buscando un acomodo imposible,soñando en plata lo que solo se dibuja en cobre.
Hasta que te recordé. No lo hice yo,fue mi garganta cuando me costó tragar saliva, mi cara cuando ante el espejo solo estaba un extraño, el mismo peregrino de tus labios que simplemente ha buscado refugio en burdeles. Y ya no los necesito porque no me pertenecen. Y no me encuentro porque no se donde buscarme,solo sé huir de mi cada vez más rápido,dejando todo atrás y sin dejar pistas a nadie.
Supongo que por eso corro,supongo que por eso os robo tiempo a vosotros. Porque no se miraros a los ojos sin que se me empañen y me vea capaz de enfrentarlo.
Es más fácil volar con el aire, huir de todos, sentirse esclavo de nadie. Aún así,no es fácil; la sombra de tu miedo te persigue siempre, el carmín de otros labios solo te absuelve de pecados que asumes hierático, que bebés en la penumbra de un fracaso intermitente.
Y es entonces cuando te ves en cama extraña, observando la penumbra de igual magnitud en tu corazón y en la calle. Comprendes que solo te queda la siguiente carrera, que tu vida pasa más deprisa en kilómetros que en lágrimas. Y que es probable que nunca más puedas dejar de correr.
Y no lo entiendes.
Sencillamente maravilloso
ResponderEliminar