Hace horas que no quito los ojos de la pantalla del móvil. Soy incapaz de apartar la vista pensando en que quizá ella escriba en ese momento y lo vea segundos más tarde de lo debido por mi incorregible manía de tenerlo siempre en silencio. Por favor no se lo digas a nadie, te lo cuento a ti en confianza ahora que no nos lee nadie y ahora que sé que nadie te leerá hasta que ya no esté aquí para seguir amontonando la tinta de mis venas entre tus hojas mientras dejo de torcer el camino a derecha e izquierda tratando de encontrar el camino recto, que finalmente descubriré,como todos,que está bajo nuestros pies.
Te pido que no se lo cuentes a nadie porque me etiquetarían de loco. Qué son unos segundos en conversaciones banales, lugares comunes y artificios de palabras para captar atención. Pero importan.Para mi importan. Vivimos en una sociedad que nos mantiene constantemente en una rampa de lanzamiento hacia el sprint final, creyendo que aprovechamos el tiempo hasta la obsesión. Y nadie se ha parada a reflexionar unos segundos en ello. Los mismos segundos que no quiero perder yo entre su escritura y mi lectura, tratando de conectar con un mundo que probablemente no exista pero en el que yo sigo creyendo a ciegas, porque si no caería de rodillas en este preciso instante.
El cansancio está haciendo mella ya en mis labios, agrietados por el otoño que llama ya a las puertas pero que sin embargo lleva meses instalado en mi. Y creí que su sonrisa podría ser el anuncio de la primavera, pero quizá lo haya imaginado. Quizá ni siquiera exista ella y solo estemos tu y yo en esta habitación incapaces de salir de estas cuatro paredes. Quizá todo sea un sueño que me impide ver que está habitación esta acolchada y esta mañana me coloqué la camisa al revés. Sé que mucha gente lo cree, lo noto en sus miradas, mezcla de compasión y falta de esperanza. No comprenden, pero tampoco les pido que lo hagan, porque quizá no haya nada que comprender. Y tengan razón, quizá esa etiqueta sea la mía. Qué sentido tiene vivir en este mundo si no eres una etiqueta,si no eres un muñeco de porcelana que encajar como una matrioska en el puzzle que nadie tiene ganas de resolver.
Pero te hablaba de que quizá todo sea un sueño, incluido tu y simplemente esté escribiendo estas palabras con mi uña en el brazo para que las cicatrices me permitan leerlo una y otra vez hasta memorizar mis últimas palabras con sentido. Así podré repetirlas hasta que no quede aliento en mi voz para gritarlas y recibir como respuesta el eco de muros cerrados, oídos tapados y condescendientes palmadas en mi espalda.Al final es lo que todos recibimos porque nadie se para a escuchar a nadie, porque solo estamos interesados en hablar en una explosión del yo sin pensar en el nosotros. Y en ocasiones no hace falta hablar, no son necesarias las palabras cuando existen los gestos, las miradas, los roces que señalan el camino. Hacia ninguna parte concreta, pero un camino que transitar escuchando los latidos de otra persona que dicen mucho más que palabras vacías de contenido.
Hablando de sueño,casi se me olvida decírtelo¡Que cabeza la mía!Tantas cosas en ella que al final no queda nada y a punto he estado de no contar lo más importante. Hoy he soñado con ella. La he visto por un instante durmiendo plácidamente con su pelo cayendo rebelde sobre su frente,tratando de tapar sus ojos y pugnando por introducirse entre la comisura de sus labios, mientras acariciaba su mejilla como solo el dorso de mi mano lo hubiera hecho. Digo bien el dorso pues temo que tras tantos días de mis manos haciendo de dique para mis lágrimas, se hayan horadado con rugosidades que impidan acariciar otras mujeres sin provocar una mueca de disgusto. ¿Lo entiendes? Pero enseguida me he despertado, he decidido salir de ese sueño por mi mismo porque temía ser yo quien la despertara y me descubriera allí inmóvil observándola desprotegida. ¿Qué hubiera pensado? Nada bueno, como todos. Hace tiempo que nadie piensa nada bueno de nosotros, porque nadie piensa en nosotros. Ni en mi ni en ti. Espero que ya lo hayas asumido. Yo estoy en el proceso final. He decidido vivir aquí plácidamente sin preocupaciones, sin anhelar nada porque solo la falta de anhelo impide que más espinas se sigan clavando por mi piel hasta impedirme tumbar en la cama sin sentir una nueva punzada.
Lo siento, te tengo que dejar de nuevo guardado en tu escondite, se acerca la hora de la comida según las manecillas del reloj de pared que llevan horas atormentándome y no quiero que nos descubran juntos. Sé que me lo sabrás perdonar hasta que mañana te vuelva a enseñar la luz del día. Es una forma de hablar, la única luz que podemos ver tu y yo es la de este flexo. Mientras tanto, cuídate, trataré de seguir otras 24 horas en su juego de persona cuerda solo por no tener una etiqueta que ellos creen que me pueda molestar.
Ella sigue sin escribir y yo sigo con la mirada perdida en la pantalla de mi móvil.
Te quiero mi único amigo. No sé si esto es verdad, quizá.
Epicuro.