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viernes, 29 de mayo de 2015

Veintinueve

Según wikipedia (sé que de fiabilidad relativa, espero que mi experta en religiones orientales no me tenga que corregir) el karma sería para las religiones dhármicas (religiones de origen indio) una energía trascendente que se deriva de los actos de las personas. Y que cada sucesiva reencarnación de la misma quedaría definida por los actos de su vida anterior.

Desde luego no es que yo crea en ello ni en ningún tipo de destino o fuerza suprahumana, pero a veces sí creo que la vida te coloca en situaciones o ante personas que tienen  un poco de kármicas. Que quizá la vida te ha puesto ahí una persona como un espejo, a veces en pasado y a veces en futuro; que el azaroso capricho te coloca en situaciones donde puedas ayudar a no cometer los mismos errores a otras personas.

Así me siento un poco yo ahora. Es curioso como en las relaciones de amor las cifras pueden guardar magia, como una especie de clave o código secreto que compartir, que guardar con mimo y que usar como cáliz que beber en momentos de debilidad. Fascinante como los números dicen en ocasiones mucho más que mil versos de un poeta o mil frases de cuidada estética de un escritor. Yo también tuve mis números, a los que sigo teniendo cariño porque ya no me hacen daño (eso creo), sino que me recuerdan a muy buenos momentos, a felicidad completa y al sabor de una copa llena hasta arriba de bonitos recuerdos.

Estoy seguro que hasta aquí nadie sabe a donde quiero ir a parar, acaso no lo sepa yo tampoco, así que prosigamos a ver si el polvo del camino nos lleva a un lugar donde reposar y tomar aliento. Todo esto viene al hilo de que hoy es veintinueve de mayo. Desde que empecé el blog tenía claro que hoy iba a subir al mismo una poesía que tenía escrita, se llama Seis meses y termina con un "15638400 segundos sin ti". Más cifras, porque también las hay asociadas a la parte negativa de la moneda. Y nada más que explicar.

Sin embargo no lo voy a hacer por muchas razones, algunas que tienen que ver con aquello, pero sobre todo porque la fuerza del amor siempre vence. O eso creemos los mermeladas, como gustan de llamarme en mi pueblo, o románticos hasta la médula, como un Larra cualquiera del Siglo XXI, aunque la pistola que empuñemos sea simplemente nuestro corazón mientras observamos como se desangra a través de nuestros textos.

Afirmo dicho triunfo porque ha sido este el que me ha hecho cambiar de idea, pero no mío. Estos días he visto en el perfil de whatsapp de un amigo una foto con su chica que me encanta por lo que desprende, la viveza de un amor colorido, y una cifra. El reverso positivo de la moneda que en mi caso marcó cruz. La pasión del amor juvenil inocente con todo el futuro por descubrir y compartir. Miradas que lo dicen todo incluso en una fotografía. 

Y me recuerdan a mi y a algo que creía perdido dirigiéndome hacia otro camino los últimos tiempos, pero esa es la senda que a mi me gusta transitar. Y tiene muchos baches y es irregular en su pavimento pero es una ruta de naturaleza salvaje, de osadía ante la vida, de no escuchar a quien no cree en ello como un religioso tratando de debatir con un furibundo ateo. En fin, como la vida misma dispuesta a devorarnos si no la plantamos cara. Y el amor quizá no sea el mejor arma para la vida, pero vaya si creo que es el mejor escudo.

Y en esta pareja, no sé bien la razón, veo amor. Pero del de verdad, no de ese que nos manufacturan en anuncios y películas, no de ese que muchas parejas confunden engañándose a sí mismas. De ese que se define en miradas, que tiene sus límites en las manos entrelazadas y que se funde en plata cuando el sol sale en el horizonte pero con más fuerza se baña en oro cuando la luz de la luna asoma y lame su piel. 

Y espero que siga triunfando como lo está haciendo hasta ahora, que el nombre del otro les siga iluminando con un brillo especial los ojos; que no haya distancias que no se puedan cubrir en segundos, que la madurez no les vuelva mediocres, que sigan creyendo con cada centímetro de sus corazones en lo que creen ahora. Y ya se verá lo que pasa, pero que disfruten de un camino tan bonito e intenso; que habrá problemas pero que no sean obstáculos insalvables si se tiene fe. 

Y no sé si podría ayudar en algo en el futuro, pero nada sería más placentero que mantener la llama de una fe en la que uno mismo cree con toda su alma. Quizá tuve que perder yo para ganar ellos, como una muerte y un nacimiento que se entrelazan a través de una cifra. Como ese Dalai Lama fallecido al que los feligreses reconocen en un bebe en la otra punta del mundo. Yo no he tenido que viajar tanto, me he reconocido mucho más cerca.

Pero como uno trabaja en una oficina y simplemente tiene un blog porque no tiene el talento suficiente para ser un escritor a tiempo completo, hay genios a los que admirar que ya lo escribieron de forma mucho mejor de lo que podría expresarlo uno mismo. Este es un extracto del recientemente fallecido Eduardo Galeano hablando del 15M hace unos años y no puedo estar más de acuerdo con el paralelismo, porque aunque aquí habla de una expresión ciudadana, lo mismo sirve para lo que yo defiendo, como bien establece en la frase que cierra el texto.

"Estos muchachos no parecen esperar órdenes de nadie, actúan espontáneamente y uniendo la razón a la emoción. Y bueno, me preguntan algunos pero ¿y cómo va a acabar eso? Ay, yo no sé cómo va a acabar, ojalá no acabe, pero si acaba ya se verá. Es como el amor, que es infinito mientras dura."

Ojalá nunca acabe, por los que aún creemos en ello. Por ellos, porque se lo merecen.

A R. por devolverme la fe y a S. por hacérsela tener a él

jueves, 28 de mayo de 2015

Suspiros al aire

Siempre me han gustado los textos cortos por la fuerza que encierran en pocas líneas, hay que jugar muy bien con las palabras para transmitir mucho con tan poco. Yo siempre recuerdo con viveza uno que me fascina. Se trata de Su amor no era sencillo, del genio uruguayo Mario Benedetti, que dice así:
"Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales."


En los últimos tiempos a raíz de tener el blog me ha surgido a mi un interés por tratar de hacer cosas similares. Las he ido colgando en facebook porque no tenían entidad para una entrada, pero he decidido recopilarlas cada cierto tiempo para que sean fácilmente accesibles y así los lectores del blog que no me conozcan, puedan leerlo tambien. No tienen títulos originalmente, pero se los he puesto para facilitar la ordenación. En unos casos dicen mucho y en otros poco.

Lo que sí tienen en común todos estos textos son que suponen suspiros al aire, pensamiento que verbalizar antes de perderse, ideas que recoger y gritos que callar; pero en todo caso: otra forma de dejar a mi corazón expresarse.


Chaleco antibalas
El silencio descerraja gritos cuando procede de una ausencia. Pero ambos sabían que sobrevivirían: él tenía el chaleco contra esas balas, mientras ella parecía tenerlo hacía sus palabras.


De tu espalda al cielo
Los arabescos que en tu espalda dibujarían mis dedos es la única moneda que me asegura plaza de viaje hacia el cielo.
Bésame y rompamos juntos el billete de regreso.


La belleza en tus detalles
Mientras apuraba la cerveza la miraba discretamente ocultándose tras el vidrio. Observaba detenidamente las imperfecciones de su rostro traducidas a través del reflejo de los tragos dados, y no podía dejar de preguntarse por qué anhelaba tanto tomar al asalto sus labios. Entonces un golpe seco lo despertó de su ensoñación.
Era su corazón, que de nuevo volvía a latir. Le estaba tratando de recordar que la belleza se encuentra en los detalles que solo nuestros ojos eligen.


Yonqui del amor
No creyó en el destino hasta que no se le puso delante. Él era yonqui y ella su traficante. Nunca la llamó camello, pues solo cambiaban sonrisas por besos en el cuello.


El reposo del guerrero
Ella ladeó con delicadeza la cabeza y acercó la boca a su cuello para susurrarle lentamente en el oído, como quien deja que el vestido de seda baje despacio lamiendo la piel hasta depositarse manso en los pies: No temas, confía en mi, no te voy a dejar caer. Cuando tus pupilas se dilaten por el pánico de ver como se aflojan los nudos de la cuerda que te mantiene sobre el barco, alarga el brazo al vacío y allí estará mi cabello para enredarse suave entre tus dedos y mis ojos se clavarán en los tuyos señalándote el camino hasta mi pecho. Descansa tu cabeza en él y yo te calmaré la sed.


Sonríe siempre
Si el día te vence y tu sonrisa se esconde, no te escondas tu. Mira a tu alrededor y verás cuantos hombros hay dispuestos a que reposes en ellos, cuantas manos tendidas preparadas para levantarte, cuantos dedos rebañando la lágrima de tu mejilla y palabras salidas de bocas amigas, listas para recordarte que nunca te olvides de sonreír.
No existen días malos para sonreír porque la sonrisa es el único medio de iluminar los días más grises.


Tu sueño, mi vigilia
Cuando los párpados de ella se cerraban, es cuando más despierto se sentía él. En sueños era el único momento del día en que esa sonrisa le pertenecía, hasta que todo se esfumaba llegada la vigilia, pero aún rebañaba los restos de ilusión que se desprendían de sus propios párpados para levantarse de la cama y afrontar un nuevo día.


Mujer
Estoy pensando de buena mañana que, después de meses en mirada introspectiva, he descubierto lo que soy.
No soy más que el reflejo del amor de las mujeres de mi familia cuando era un crío, del consejo de mis amigas mientras crecía, de lo que me enseñaron las mujeres a las que amé cuando ya era un hombre y de la ilusión por la mujer a la que anhelaré amar.
Gracias a todas, sin necesidad de que nadie nos diga que x día es el día de la mujer. Vuestros días son todos y que nadie os haga creer lo contrario.


Sonríe, por mi
Cuando alguien te pide que sonrias aunque no te apetezca no es porque te engañes a ti mismo,es porque la sonrisa de otra persona es el generador más fuerte de felicidad para la gente que te rodea y a la que tampoco le apetece sonreir

miércoles, 20 de mayo de 2015

Madrugadas

Cuanto placer esconde caminar de madrugada por calles desiertas. Cuando solo la tenue luz amarillenta de las farolas y el penetrante silencio son la singular compañía de los pensamientos. Es cuando mis ideas están más claras a pesar del alcohol ingerido la mayoría de esas noches en las que llego a besar el alba. Camino con pereza hacia casa, pues guardo el ánimo mínimo para mover los pies mientras mi cabeza está bullendo de frases que tenía que haber dicho y palabras que haber callado, de cosas que tenía que haber hecho o evitado. De si era el momento y el lugar o este no existe. Si existirá o la que no existe eres tú y todo me lo estoy inventando. Que quizá lo que está dictando mi corazón son versos que se deshilachan con el paso de los días antes de llegar a ser besos y yo solo sé ponerles remiendos para tirar adelante sin viaje de regreso.

Atravesando las calles y parques solitarios me fijo en los recovecos que forman las esquinas o las estructuras que ordenan la ciudad donde viven y mueren nuestros anhelos. Y no puedo evitar pensar en cada hueco al resguardo del frío de la gente donde podríamos ceder a nuestros impulsos. Como nos acomodaríamos pecho con pecho reclinados en la pared que sirva de colchón para el baile vertical que dicte el ritmo de nuestros labios. Puedo imaginarte nítidamente en la puerta de aquel garaje, a tres metros bajo el suelo, ocultos de miradas indiscretas; pegando la espalda a ese frío y gris edificio de formas tan cuadriculadas como la gente que no nos comprende; y sí, también me imagino en tu portal, al abrigo de los vientos que juegan con tus cabellos alejándolos de mis besos.

Y entonces es cuando pienso en como mis ojos dibujan arabescos alrededor de tu cuerpo cuando estás tan cerca que con solo estirar el brazo podría tocarte y no te das cuenta que te estoy mirando de soslayo, luchando por retener mis labios dirigiéndose a tu cuello. Entonces sueño en recorrer lentamente cada centímetro del mismo mientras suavemente aparto con mi mano tu pelo.Tus cabellos tintados en la oscuridad de la noche, donde se confunden belleza, deseo y hambre. Tu melena enjaulada entre mis manos, queriendo escapar de su forma perfecta para agitarse en todas direcciones sin preocuparse de hacia donde ir o quien la verá resbalarse.

Pero sigo caminando y cada paso me aleja más de ti, recorriendo los mismos lugares que nuestros pies besaron antes, doblando las mismas esquinas que ahora parecen más oscuras sin el brillo de tu piel, a la luz de quien envidia esa sonrisa, la luna. Y dan ganas de volver y excavar en los cimientos de tu casa para encontrar un lecho donde dormir cerca tuyo. Y ganas de gritar al aire que de nuevo pierdo otra oportunidad de callar murmullos, de vivir a ciegas, de arriesgar la vida en cada uno de tus segundos.

Y antes de entrar al portal las primeras luces del alba se vislumbran reflejadas en los charcos de las calles. Y en esa penumbra a la que mis ojos se han acostumbrado es cuando lo veo todo claro: no sueño durmiendo, vivo soñando con tu cuerpo.

viernes, 8 de mayo de 2015

Sirena varada

La brisa zumbaba tranquila a través de la ventana abierta para sofocar el calor del final de la primavera y el incipiente verano que asomaba tras los exámenes. No quedaban muchos días pero él estaba acostumbrado hasta poco tiempo antes a leer todo lo que caía en sus manos excepto los apuntes. Siempre había sido un chico tranquilo y curioso; con un libro y la posibilidad de aprender algo nuevo había encontrado su paz interior. Quizá de ahí venía su natural timidez que le apocaba ante las mujeres.

A pesar de que ahora estaba leyendo en su cuarto, algo había cambiado en los últimos meses; no lograba concentrarse en la lectura más allá de breves minutos y se ahogaba en la espesura de la espuma blanca que suponen las hojas de un libro agitadas por olas de tinta negra que te suben y bajan a su antojo por extraños parajes y estados de ánimo.

Conocía los libros electrónicos que tan de moda se habían puesto y reconocía su utilidad; incluso tenía uno, pero ahora estaba saboreando con las yemas las arrugas de un viejo volumen con escritos de Homero que había heredado de su abuela. Siempre le había interesado la mitología y tradición helénica, pero nunca había encontrado tiempo para leer a los clásicos. Quizá por eso ahora que su vida estaba más agitada que nunca necesitaba olvidarse de la vorágine del presente y refugiarse en el pasado, donde el tiempo no parecía correr tan deprisa o donde quizá la gente no viviese tan atrapada por ese tiempo. O la falta de él.

Así es como se había decidido a iniciar la Ilíada. Ese día había empezado a leer apenas unas páginas cuando se sintió sin fuerzas para continuar concentrado y decidió ir a entrenar a la piscina. Si algo le gustaba más que leer era nadar. Allí dependía de sí mismo, él contra el mundo; la fortaleza de sus músculos ante la resistencia del agua, que se abría a su paso como una flecha clavada en un corazón ajeno.

Posó el libro en la cama, justo en el momento que Ulises hablaba con la diosa Circe en la isla de Eea advirtiéndole de los peligros de su futuro viaje, y descolgó el teléfono. Al otro lado la voz de su entrenadora sonó fuerte y sorprendida porque hoy era su día de descanso. Le advirtió de que la piscina estaría llena de chicas disfrutando del buen tiempo, sabiendo que eso le distraería, como siempre le ocurría, y que no aprovecharía el entrenamiento. Pero cuando se trataba de nadar, él era terco, así que ella simplemente le advirtió divertida que usase el MP3 en el agua para no oir los gritos juveniles de los juegos dentro y fuera del agua. Le dio ordenes de las series a realizar mientras él apuntaba con trazo ágil en su pequeño cuaderno de entrenamientos del que nunca se separaba y se encaminó hacía las piscinas municipales donde acudía casi todos los días del año.

En la puerta vio la larga cola que su entrenadora ya le había anunciado, pero con la decisión que da la confianza, se acercó al personal de seguridad y les enseño su carné federado para que le dejara pasar. No hacía falta, Alberto le conocía de sobra y siempre le saludaba amistoso a la entrada y la salida. Tras ponerse la ropa de baño se dirigió a su calle preferida, la 7, mientras pensaba en que música escucharía aquel día. Sabía que el marcado ritmo del rap le dificultaría mantener el ritmo así que como no se sentía del todo motivado decidió poner La Fuga, que siempre le impulsaba.

Después de saludar a algunos compañeros que ese día simplemente disfrutaban del baño, se lanzó al agua y tras unas brazadas de calentamiento enseguida notó que realmente estaba nadando a unos ritmos muy altos como si su cuerpo estuviera impulsado por un fuerte viento hinchando la vela mayor de un barco. Cada brazada le alejaba más de su vida y le acercaba al vacío absoluto en su mente mientras la voz rasgada y triste de Rulo mantenía vivos el resto de sus sentidos. Todo iba bien hasta que empezó a notarse molesto debajo del agua por los reflejos que inundaban sus gafas a través de la húmeda película de la superficie.

Emergió la cabeza pensando en qué serían esos extraños reflejos que le distraían de sus brazadas. En cuanto salió del agua supo de donde venían; vio esa sonrisa que llenaba la sala con aire despreocupado, como si no fuera consciente de la poderosa arma que ostentaba entre sus labios.

Intentó continuar con su entrenamiento, pero el vacío de su cabeza se estaba llenando con pensamientos acerca de la chica desconocida que acababa de contemplar. Con esta distracción, sus piernas parecían pesar como dos áncoras que anhelan posarse en el arenoso suelo para fondear y el tiempo marcado en los siguientes largos le desanimó a continuar. No podía dejar de pensar en esa sonrisa. Circe le había advertido sobre el ruido que habría en la piscina, pero no le había dicho nada de lo que sus ojos verían.

Ella estaba al borde de la piscina tomando el sol y era del tipo de chica con la que él no se atrevería a hablar nunca. Pero algo parecía impulsarle aquel día, algo se le clavaba dentro como un gancho y le atraía hacia ella. Al salir del agua, la rodeó con pasos tímidos hasta ponerse frente a ella y antes de que se le pudiera ocurrir algún tipo de saludo para romper el hielo, ella dijo-Hola Uli, me llamo Penélope- y le sonrió.

Se quedó mudo, ella le conocía, sabía su apodo. Su primer impulso fue sentarse junto a ella y lo intuyó. Su cerebro intuyó lo que su corazón ya sabía desde que había emergido minutos antes: la piscina y los libros ya no eran tan importantes. Que esa sonrisa podía parar el tiempo para él como siempre había soñado.



*Quería hacer un texto diferente y original (no porque no lo haya hecho nadie, porque no lo había hecho yo) y me he decidido a actualizar a nuestro siglo el mito de Ulises y las sirenas contenido en la Iliada aún a costa de perder agilidad en el escrito y algo, o mucho, de belleza estética.
El título como muchos habréis reconocido, no puede venir de otro sitio que de la fantástica canción de Héroes del Silencio, Sirena varada.